La comunidad indígena #Shuar, en la cuenca amazónica es una de las pocas que los españoles nunca pudieron doblegar cuando llegaron a América.
Sin embargo, no es tanto su fortaleza y espíritu guerrero lo que despierta la curiosidad popular, sino su peculiar tradición de achicar cabezas.
El propósito de la reducción no era destruir al #espíritu sino esclavizarlo “. Ellos creen que “el espíritu continua viviendo dentro de la cabeza, pero ahora trabaja en beneficio del vencedor”. Una vez cortada la cabeza, los Shuar hacen una incisión en la parte de atrás y arrancan la piel del cráneo.
Con un elemento cortante le quitan los ojos, los músculos y la grasa.
Cierran los orificios con espinas y luego cocían la piel en agua de río sobre una fogata (sin dejar que el agua alcanzara el punto de hervor) durante media hora. “Si hierve, se corre el riesgo de que la piel se partiese y se desprenda el cabello”. “Cuando retiran la piel del cuenco, la cabeza ya se ha reducido a un tercio de su tamaño original”. Con la piel reducida, arman una especie de bolsa “y manipulan los rasgos con piedras calientes”, Cerrar los orificios es una parte importante del proceso, “para evitar que los #espíritus se escapen por los agujeros”. Después frotan la piel con ceniza, lo cual les da una tonalidad mucho más oscura y adornan la cabeza con plumas, caparazones de escarabajos, conchas y otros elementos decorativos.
Finalmente, les hacen uno o dos agujeros en la parte superior para ponerles una cuerda y colgárselas en el cuello como un #talismán.
Pese al trabajo que todo esto supone, los Shuar pierden interés en estos talismanes al cabo de un año y medio o dos, cuando creen que el poder del talismán se pierde.
Y al igual que en #palomonte La disminución en el rendimiento de las cosechas, o en la fertilidad de las mujeres de la tribu era una señal de que el poder del espíritu había comenzado a disminuir.
Yo poseo un par de estos fetiches, tan poderosos como las propias prendas…y mucho antes de que los africanos llegarán, teníamos brujos muy buenos.
Ahora pregunto.
Tus cosechas ¿cómo van?