Los valores de la familia religiosa se han transformado drásticamente durante las últimas décadas. Ello ha propiciado la evolución del rol desde unos padrinos exigentes a otros excesivamente permisivos. Una “generación de padrinos obedientes”, cuya prole se ha denominado generación de “ahijados tiranos” y que se caracteriza por la intolerancia, la apatía, el egocentrismo y por regirse por la “ley del mínimo esfuerzo”, sin aceptar normas religiosas de ningún tipo. Las casas religiosas han ido reduciendo su número de miembros de forma paulatina y este hecho tiene inconvenientes, pues el ahijado de las familias religiosas pequeñas suele ser individualista y tiende hacia el aislamiento y el hedonismo. Los padrinos se preocupan por satisfacer cualquier capricho de sus ahijados, y, por tanto, se convierten en “padrinos obedientes”. Estos “padrinos obedientes” no imponen reglas por temor a que aquellos “sufran” y se “frustren”, sin valorar las consecuencias que esto puede tener en la formación de los ahijados. Los “ahijados tiranos” son insensibles, egoístas, caprichosos y incluso violentos. Además, presentan un elevado grado de autoestima que no es fruto directo de su esfuerzo personal, sino del excesivo apoyo de sus mayores. El miedo de los padrinos a que el ahijado experimente algún fracaso y se vaya a otra casa, les impide considerar que se aprende más del error y del fracaso que de los aciertos.
Yo escribo ésto con el fin de educar, Con ello pretendo crear una generación de padrinos más sabios y ahijados más humanos y, en consecuencia, mejorar las relaciones familiares, por lo tanto la casa religiosa.
Olorun Awe.